Monday, April 10, 2017

Limpia, fija y da esplendor

Empiezo con el homenaje que en 2013 se hizo a la RAE por su labor de conservación de la lengua española y que pueden ver presionando aquí: 300 años de la RAE: Limpia, fija y da esplendor, porque, además del tono de humor y la controversia acerca de los roles de género, el lema de la RAE concretiza ese “mito persistente” de que todo, incluso algo de dominio público y que transciende barreras sociopolíticas como es el idioma español, puede ser sometido al riguroso prescriptivismo de los puristas de la lengua.  Desde una perspectiva lingüística, la base del mito se entendería en ese “limpia, fija y da esplendor” que insiste en la depuración y normalización de una lengua viva, y como tal, cambiante, siguiendo unos criterios fijos.  Con este fin, el límite entre la competencia lingüística o gramatical y el uso de la lengua se emborronan, puesto que dicha competencia es el eje central para la comunicación efectiva, es decir, su uso.  Nos comunicamos haciendo uso de las normas prescritas a riesgo de caer en el vulgarismo o la incorrección.  Por lo tanto, no entiendo, or ejemplo, a quienes dicen que el sexismo, no viene dado por la naturaleza del lenguaje, sino por el actuar de sus hablantes.  De ser así, ¿por qué tanto ruido con el uso del vocablo “miembras” o “todos y todas”? ¿Por qué la introducción finalmente el vocablo “jueza” entre otros?  La lengua es el vehículo de transmisión de su cultura.  Los cambios culturales y sociales han de verse reflejados en su lengua.  Cuando a través de las normas lingüísticas se está preservando la discriminación o los prejuicios étnicos, es hora de que la RAE se actualice, vaya a la par con la evolución sociocultural de sus hablantes.

Las palabras por naturaleza propia evaden esos criterios prescritos de corrección y propiedad.  No porque los hablantes seamos perezosos o descuidemos nuestro discurso, sino porque nuestras necesidades y características culturales, lo que Ortega y Gasset llamó “circunstancias”,  van cambiando.  Evolucionan.  Desde una perspectiva sociolingüística, la base de esas actitudes es una visión homogeneizada de la lengua en la que sólo una variante se alza con el prestigio lingüístico para representar el conjunto de sus hablantes.  Histórica y sistemáticamente se observa que han sido quienes ostentaban el poder los que han impuesto su propia idiosincrasia lingüística y valores culturales al resto.  Este factor hegemónico está en las raíces propias del español y en su posterior difusión. 

Por corrupción se entendería cualquier impureza, vulgarismo o uso de la lengua que no se ajuste a los usos consagrados en las reglas prescriptivas de la RAE.  De nuevo, impurezas, vulgarismos o usos entendidos como tales bajo el lente subjetivo de quienes entienden que (a) una lengua viva es estática y (b) los cambios evolutivos de la lengua ponen en riesgo la hegemonía y la pureza lingüístico-cultural.  Un botón de muestra es el creciente debate entre “haiga” y “haya” por ejemplo, aquí  en este tema confieso que prefiero el uso culto de “haya” a “haiga” o el debate público enconado sobre el sexismo, ya mencionado, en el uso lingüístico defendido por la RAE o la persistencia de ciertos términos que contienen definiciones peyorativas para ciertas etnias como la gitana, por ejemplo.  En resumen, estamos ante el reflejo de una situación social o cultural, si se quiere, en el uso de la lengua.  Un uso que por otro lado ha de seguir las normas prescriptivas redactadas por la docta institución. 

En la eventualidad de que pudiéramos impedir el cambio o evolución lingüística, nos acercaríamos a la lengua española como hoy lo hacemos a las lenguas clásicas, el latín o el griego, por ejemplo; invariables, muertas.  Sin embargo, lejos de su extinción como instrumento de comunicación, el español es uno de los idiomas más hablados.  No tiene sentido, pues, el imaginarse un idioma sin cambios por diversos motivos.  Al estar en contacto con otras lenguas y las culturas que representan, el español está en constante cambio tanto en su léxico como en su morfosintaxis.  Ejemplos de este proceso son los anglicismos y el lento pero seguro proceso de desaparición del uso del subjuntivo, por ejemplo, favoreciendo el condicional.  Además, el español, visto desde un eje diatópico, sigue procesos de cambio que conllevan diferentes factores evolutivos debido a las diferentes lenguas y culturas (tanto indígenas como modernas).  En general, y ateniéndonos a los 4 ejes de variación lingüística del español —temporal, social, regional y contextual— observamos con claridad la imposibilidad de imponer un uso hegemónico y estático de la lengua.  Perseguir testarudamente este fin es perseguir la propia extinción del español.  Su muerte.

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