El subdirector de la OCDE en temas educativos, Andreas Schleiher, me ha tocado el
producto autóctono y este es sagrado. Todo buen hortelano sabe, entienda o no de
comprensión de textos, que como el fruto
del terreno, muy poco. Punto. Para este señor, o mejoramos los frutos de la
huerta patria, comparándolos con los
arenques del Báltico o el sushi japonés, o el país no levantará cabeza,
poniendo en peligro futuras cosechas. Bueno,
y Singapur —a la cabeza del PISA (2015) según los datos del informe— con su refinado del crudo son ya aperos aparte. Lo que no acaba de entender este acreditado
hortelano es que por nuestros regueros no corren aguas finlandesas y que
nuestros melones no son fruto de la disciplina japonesa sino del cuidado
integral que nos hace hoy en día ser el mayor exportador del melón. No por movilidad exterior, sino por falta de puestos
en el mercadillo nacional para nuestros melones.
Pero
vayamos por partes. Este señor confiere
un valor superior e incuestionable a los frutos producto de la estandarización
del buen hacer horticultor. De acuerdo
con su razonamiento, los productos con más puntuación en estos patrones de
medición son los que disfrutan de más éxito en el mercado, y por ende, los
mejores ¿no? No. Entonces ¿qué significan esos resultados?
¿Serán Japón y Corea los poderes hegemónicos de aquí a veinte años? ¿Queremos
hortelanos que cultiven la calidad del arenque en el melón español? Y ¿a nadie
se le ocurre que el criterio para establecer esos niveles de excelencia es
subjetivo, que dependen del caprichoso paladar un grupo selecto de
comensales? El equipar el resultado en
un examen, internacional o del propio terreno, con el éxito nacional es cosecha
que aún queda por nacer.
El
señor Schleiher da por sentado que “no podemos desarrollar políticas justas e
inclusivas” con un dominio pobre de la comprensión lectora, o siguiendo con la
imagen, del arte del cultivo. Es decir, que la obtención de exquisitos melones
conduce ineludiblemente a que cada hortelano posea un terreno de cultivo con
pozo, luz y unos regueros homologados para corrientes bálticas. Esto desafortunadamente está creando una
crisis en la mentalidad del consumidor de melones que cree que es imperante un
cambio en la forma del cultivo. Tanto
que no es que seamos incapaces de “cambiar el pasado”, sino que lo estamos
resucitando.
Debe
saber este señor que Finlandia, por ejemplo, primero ha cuidado con esmero los
terrenos de barbecho ajena a este frenesí de la homogeneización o
estandarización de unas pruebas últimamente subjetivas, invirtiendo tiempo,
dinero y cariño en el cultivo en sus futuros hortelanos. Los fineses no consumen esa dieta a base de
exámenes estándar. Les gustan además las
especias, sobre todo las que les dan las artes y humanidades. Es decir, que los melones de la huerta
española, señor, se irán desecando a menos que abran la torna de la
financiación y doten a todas las huertas de los atavíos necesarios para un buen
cultivo integral, no sólo en “lectura y matemáticas”. Le doy la razón cuando afirma que “un sistema
educativo industrial y de talla única ya no puede satisfacer las necesidades de
las sociedades modernas”. Al parecer,
usted y mi ministro no leen los mismos informes.
Para
finalizar, creo apreciar vestigios de la insidiosa cultura de la pobreza en su
artículo de hoy. Su referencia al
círculo vicioso entre “bajas competencias/bajos salarios”, no sólo no se ajusta
a la realidad, sino que es un agravio para el trabajador sobre-cualificado y el
que no, que ve como sus derechos y sus
jornales se van al garete con las actuales políticas económicas abonadas por el FMI. Tenga usted la seguridad de que su relaxing
café con leche en la Plaza de España le será servido por un licenciado agrónomo
o el orgulloso dueño de un master en derecho constitucional. Esa falta de criterio en un subdirector de
la OCDE en educación es cuanto menos
inconcebible. Señor Schleiher, ni la
pobreza esta codificada en el ADN ni debe ser un destino impuesto. Es mi humilde opinión que usted comete el
error de valorar la educación de un país sin atender a los procesos sociales,
económicos y políticos que se llevan a cabo.
Como bien sabrá, en la escuela se reflejan nítidamente esos procesos. España
debe aspirar a ser un terreno fértil en igualdad de oportunidades para todos,
incentivando la creatividad, el esfuerzo y el amor por el aprendizaje. Las actuales condiciones económicas, sociales
y políticas no destruyen ese círculo vicioso del que usted hablaba, sino que lo
refuerzan, convirtiendo al país en el mayor exportador de melones de la OCDE. O sea, que para evitar la sequía usted nos
aconseja más “ceniza”.
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